Hacía 3 años que no veía a algunas de las personas con las que he coincidido este fin de semana. A otras, no tanto, pero siempre da gusto reencontrarse. Y mucho más si lo haces en la ciudad que te ha formado profesionalmente y también como persona. Si la cita ocurre en el lugar en el que has estudiado y vivido 5 de los mejores años de tu vida… es una escenario casi insuperable… Y si ese sitio se llama Salamanca… ya ni te cuento.
El viernes pasado, tan pronto como salí de trabajar, puse rumbo a la preciosa capital del Tormes. Desde que terminé la carrera, al contrario que gran parte de mis compañeros, la he visitado con cierta asiduidad. Pero sinceramente nunca con tanta expectación y placer como estos días. Desde que te vas de Salamanca todo cambia. Cuando vuelves todo es diferente. La ciudad sigue estando igual que siempre, sin excesivos cambios. Pero ya no está la mayor parte de tu gente. Te sigues sintiendo como en casa, pero con la sensación de estar de prestado y de que realmente todo aquello ya no te pertenece; ya no es tu lugar. Algo así como sentirte un intruso en tu propio hogar. Pero esta vez ha sido diferente… ya no es tu morada, pero vuelves a estar con las personas que han marcado parte de tú juventud. Aún así, no estábamos todos los que somos… y creo que ya nunca nos podremos poner de acuerdo… (y aunque hipotéticamente lo hiciesemos, hay personas que por desgracia ya no están. También ha habido momento para su recuerdo). Pero si con la representación que nos dimos cita estuvo genial, no quiero ni imaginar el placer que supondría volver a encontrarse con la inmensa mayoría. Estuve a puntito de no ir, por cuestiones que no vienen al caso, y menos mal que no lo hice.
Ha sido un fin de semana muy especial lleno de grandes emociones. Algunos sentimientos ya casi olvidados y una gran felicidad por ver a amigos y conocidos con los que habitualmente no hay muchas oportunidades de coincidir. Casi 3 días sin parar de hablar… (el que pudiese, xD). Creo que nos hemos puesto bien al día.