Los mineros del carbón de toda España continúan con sus movilizaciones, con las que pretenden que el Gobierno de España no lleve a cabo los pretendidos recortes en este sector estratégico, que de producirse provocarían el cierre de todas las explotaciones, la pérdida de miles de puestos de trabajo directos e indirectos y la muerte de las cuencas mineras.
En las zonas mineras del Bierzo y Laciana, como en el resto de regiones de toda España, se están produciendo diversas muestras de cariño y solidaridad con este sector. Los comerciantes y vecinos de estas localidades nuevamente se han volcado con los mineros en sus protestas. Y lo están haciendo patente cerrando sus establecimientos puntualmente y hasta acompañándolos a manifestarse, entre otros lugares a Madrid. Incluso hasta la Iglesia ha mostrado su apoyo a este colectivo, puesto que las parroquias de la cuenca berciana Fabero – Sil han emitido recientemente un comunicado conjunto para hacer pública su solidaridad con los anhelos de supervivencia del sector y de sus trabajadores y familias, ya que sus comunidades de fieles «están integradas, en su mayor parte, por gentes relacionadas directa o indirectamente con la minería», como sus párrocos reconocen en un escrito.
En la declaración, firmada por Manuel Alvarez Martínez, párroco de Toreno; Jesús Villar Villar, párroco de Matarrosa, y Manuel Sierra López, párroco de Fabero, se establece que «la paulatina pérdida de derechos antes logrados por los mineros desemboca, ahora, en el inminente peligro de desaparición de la actividad misma por el incumplimiento de compromisos previamente asumidos por parte de la Administración del Estado». Además, «los diversos planes que tenían como punto de mira el año 2018 se ven repentinamente truncados, sin tener en cuenta la perspectiva de las familias que organizaron su economía, su estabilidad y su vida misma en función de unos acuerdos que parecían firmes».
Los sacerdotes también aseguran que sus pueblos mineros fueron, durante décadas, estación de llegada de muchos obreros procedentes de todas las regiones de España e, incluso, del extranjero. Y estos, «crearon una incalculable riqueza para la nación, mientras las sucesivas generaciones hundían sus raíces en esta tierra que es ya la suya. También los pueblos fueron alcanzando un nivel aceptable, aunque siempre mejorable, de infraestructuras y servicios. Y precisamente ahora, cuando tantas veces oímos hablar de políticas tendentes a fijar población en las áreas rurales, se cierne sobre nuestros pueblos la amenaza inmediata de una despoblación galopante».